Adulto mayor

La piel de la persona adulta mayor

El cuidado de la piel de la persona adulta mayor es fundamental para su calidad de vida y bienestar integral.
En esta nota analizamos cambios que vienen con la edad y consejos para mantener la piel en el mejor estado posible a cualquier edad.

Los cambios que vienen con la edad:

Conforme avanzamos en la edad cronológica la estructura de la piel se modifica.

Los cambios en las estructuras celulares se manifiestan de forma visible con la presencia de signos como flacidez, pigmentaciones oscuras, pérdida del grosor, presencia de líneas de expresión, entre otros signos.

A partir de los 60 años los cambios en la función barrera de la piel y otras alteraciones impactan en el estado de salud integral del paciente, al combinarse con patologías sistémicas y cambios en los hábitos de vida diarios.

El estilo de vida en las etapas previas se manifiestan en la edad adulta. Por ejemplo,la exposición a la radiación solar se transforma en presencia de manchas principalmente en extremidades y rostro.

La piel se torna cada vez más delgada y delicada con mayor sensibilidad a productos químicos y a factores mecánicos.

La pérdida de elasticidad de la piel viene también acompañada con cambios en las necesidades de hidratación.

Lo anterior hace que la rutina de cuidado, los productos usados así como los hábitos alimenticios y estilo de vida deban adaptarse a nuevos requerimientos.

Necesidad de Fotoprotección:

En la edad adulta la piel es cada vez más sensible a la radiación solar, por lo que usar fotoprotección alta y muy alta es necesaria durante todo el año.

El ejercicio físico por las mañanas es parte de los hábitos de vida saludable recomendados para las personas mayores.

Cualquier actividad al aire libre siempre debe estar acompañada de Fotoprotección adecuada.

Para pacientes con movilidad limitada los cuales dependen en gran medida de cuidadores y personal sanitario para su atención, es frecuente incluir recorridos exteriores que también deben procurar Fotoprotección con vestimenta o filtros solares adecuados.

La presencia de lesiones en piel como costras, manchas con cambios evidentes deben ser motivo para consulta con el especialista para su correcta evaluación.

Higiene diaria:

Los cambios celulares junto con la presencia de patologías sistémicas como Diabetes, cambios hormonales postmenopausia, factores genéticos pueden hacer que la piel se torne más sensible y delicada.

Los productos utilizados para la higiene diaria tanto de rostro, cuerpo como zonas íntimas deben adecuarse a las nuevas condiciones.

Es frecuente la pérdida de lípidos y ceramidas naturales que recubren la capa más  externa de la Epidermis.

Es recomendable el uso de agentes de limpieza suaves que contengan ingredientes hidratantes y emolientes en la misma formulación.

El pH de la piel también presenta modificaciones por lo que los productos seleccionados deben estar acordes con el pH de cada zona.

Hidratación y humectación:

La pérdida de lípidos y ceramidas hace que la piel se vuelva seca, en ocasiones hay descamación, tirantez y picor generando un estado disconfort general.

La piel cada vez más delgada  permite la pérdida transdérmica de agua, por lo que además de piel seca podemos tener necesidades adicionales de hidratación.

Para seleccionar el producto adecuado se debe evaluar las necesidades específicas de cada persona o paciente, esto para definir si los signos de resequedad es por:

  1. Ausencia de grasa (lípidos y ceramidas)
  2. Deshidratación
  3. Reacción a productos o agentes externos.

Alteraciones en la función barrera:

La piel es la principal protección del ser humano ante agentes externos como la radiación solar, agentes mecánicos, químicos y microbiológicos.

Cuando esta función barrera está debilitada como es el caso de las personas adultas mayores se pueden tener diferentes consecuencias como:

  1. Infecciones microbianas: principalmente por hongos y levaduras en zonas que mantienen humedad por poca ventilación, pliegues y oclusión.
  2. Lesiones por efecto mecánico: la pérdida de la capacidad elástica de la piel la hacen más frágil ante golpes, rosaduras y presión.
  3. Disminución de la capacidad de regeneración: se manifiesta como dificultad para la cicatrización

Mantener el equilibrio hidrolipídico, evitar rosaduras y presión mecánica son los principales cuidados a considerar cuando la función barrera es débil.

Por último, debemos recordar que la piel como órgano posee receptores que envían señales eléctricas al cerebro.

El contacto físico siempre será una de las mejores formas de mantener la comunicación y expresar afecto con pacientes en los que los demás sentidos puedan estar afectados por la edad o alguna otra condición.

Si deseas más información sobre este tema, escribe a consultas@apoderma.com.

Dra. Cristina Prado

Farmacéutica y Máster en Dermocosmética

Fundadora de ApoDerma Store

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